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HASIERAAURKIBIDEA

Luces en la Santa Casa en la noche del Jueves Santo (año 1655)

(AHL, 1-4-3 núm.11)

Traslado (=copia) de la relación y resulta que remitió el Licenciado Don Francisco de Celayarán, Rector y Cura Propietario de la Iglesia Parroquial de la villa de Azpeitia al Ilustrísimo Sr. Obispo de Pamplona (De puño y letra del autor).

Ilustrísimo Sr.: Por comisión de S. Ilma. he recibido esta información sobre las luminarias y luces que se vieron en las ventanas de la casa de Loyola, donde está la capilla y santuario de nuestro glorioso Patriarca San Ignacio; y de la dicha información resulta, a mi parecer, lo siguiente:

Que la noche del Jueves Santo último, que se contaron veinte y cinco de marzo de este año mil y seiscientos y cincuenta y cinco, al tiempo que, poco antes de medianoche, salió de la Parroquial Matriz de esta villa de Azpeitia la procesión de la cofradía de la Vera Cruz de penitentes y anduvo por los conventos y calles acostumbradas de la dicha villa, se vieron muchas luces y luminarias en las ventanas de la dicha casa de Loyola, en particular en las del cuarto (=piso) donde está el Santuario del glorioso Patriarca, desde la puente llamada de Emparan (que hace frente, a un cuarto de legua, con la dicha casa de Loyola) cuando pasaba dicha procesión al convento de las monjas y volvía de él a los demás puestos.

Así lo declaran afirmativamente doce testigos contestes, y entre ellos algunos sacerdotes y otros dos que vieron dichas luces algo lejos, y habiendo cotejado y examinado los puestos, aseguran para sí por cierto que no podían estar dichas luces en otra parte sino en las ventanas de la dicha casa. Son los doce testigos 1, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 19, 20, 26 y los otros dos sacerdotes 2 y 3, y algunos de ellos con tanta distinción y certeza, que dan motivo a pensar que fueron luces extraordinarias.

Porque el primer testigo, sacerdote, afirma con reparo particular que alumbraban dichas luces con tanta claridad que, a vista de sus resplandores, vio el árbol grande, encina, que está enfrente de dicha casa y los ladrillos y ventanas de la pared de ella.

Y el testigo cuarto, que alumbraban dichas luces de manera que jamás las vio tan relucientes y resplandecientes como aquella noche, y en tanto grado que también vio, a las dichas luces, el dicho árbol grande con toda distinción.

Y el quinto, que las vio distintamente desde otra puente llamada Arzubia, frente y más cerca de la dicha casa de Loyola; y el testigo sexto, con particular reparo y reflexión; y el séptimo, que le causó admiración; y el octavo, azotándose en dicha procesión.

Y la testigo 9 dice que eran tan resplandecientes que alumbraban como unas hachas encendidas, a cuyos resplandores vio también dicho árbol.

Y la testigo 20, que eran las luces como hachas o teas, y tan resplandecientes que hasta las paredes se veían a su resplandor.

Y el testigo 26, sacerdote, lo afirma con particulares circunstancias y reparos, habiendo cotejado dichas luces desde el mismo puesto de la puente la noche víspera del glorioso San Ignacio que se pusieron luces en dicha su casa, como se acostumbra. Y este primer artículo se podrá comprobar, siendo necesario, con mucho más número de testigos.

Iten resulta que las dichas luces no fueron puestas por ninguno de los de la dicha casa de Loyola ni, al parecer, de persona humana. Porque se prueba que en el dicho tiempo del Jueves Santo habitaban y vivían en la dicha casa de Loyola doce personas divididas en dos familias, es a saber, en la una y en el primer cuarto Don Francisco de Latenta y Dª María Ignacia de Eizaguirre su mujer, administradores, y María Francisca de Eizaguirre su hermana, Martín de Berrotarán algo viejo, Martín de Urdanbideluz muchacho, Mª Ignacia de Anchieta ama que cría, Mariana de Eizmendi muchacha, y Mª Martínez de Eizaguirre criada. Y en la segunda familia y cuarto la Sra Doña María de Eguiguren, Marina de Zuazola y María de Mallea cuñada y prima de la Sra, y Ana de Gonativia criada. Y que no vivían a la sazón más de éstos en la dicha casa afirman los testigos 12, 13, 21, 25 y otros muchos. Y de todos ellos aquella noche sólo estaban en casa cinco personas, que son dichos Don Francisco de Latenta y su mujer, Martín de Berrotarán, Mª Ignacia de Anchieta nodriza, y Mariana de Eizmendi al tiempo que parecieron dichas luces. Y todos los demás estuvieron fuera de la dicha casa, los unos en los oficios divinos y procesión de la Parroquial de la villa de Azcoitia, y otros en los de Azpeitia.

Así lo afirman contestemente todos ellos, que son los testigos 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 21, 22, 23, 25, 26; y los que asistieron en la casa, que son los testigos 12 y 13.

Los amos administradores afirman contestemente que ellos no las pusieron ni dieron orden para ello, antes bien se acostaron algo indispuestos temprano a prima noche, y que les dio un profundo sueño extraordinario, y que se cerraron las puertas principales de la dicha casa con cuidado particular. Y añade la mujer que las llaves de la Capilla y Santuario estaban dicha noche en parte donde no las podía hallar y coger la gente que quedó en dicha casa, y concluyen con que ninguna persona humana pudo poner dichas luces.

Y los demás testigos estaban en casa, que son los 14, 15 y 22, contestan en lo mismo y afirman que ellos no las pusieron.

Y en particular el testigo 14 Martín de Berrotarán (de quien pende este punto particularmente) testifica (después de haberle prevenido el peligro de su juramento) que cerró las puertas principales de dicha casa a prima noche, y que estuvo como guardándolas, sin acostarse (aunque medio dormido), hasta que viniera a casa alguna gente de la que estaba fuera, para abrir la puerta, como en efecto la abrió a la dicha María Francisca, que vino con alguna compañía después de media noche acabada dicha procesión de Azpeitia; y que también cerró a prima noche la puerta de sobre la escalera primera, por donde necesariamente se hubo de subir al Santuario; y que no quedó en dicha casa otra persona sino las cinco mencionadas; y que tampoco ellas pudieron poner dichas luces, ni él las puso; y concluye con que, a su parecer, no las puso persona humana, y que de sí mismo afirma por cierto no las haber puesto.

Salvo etc. Azpeitia 18 de noviembre de 1655. Ad maiorem gloriam Dei

Licenciado Celayarán

(Al pie de una copia de este documento hay una nota que dice:

»El Proceso original debe encontrarse en el Archivo Episcopal de Pamplona. En el Archivo de Loyola se halla una copia legalizada de las 60 que se sacaron en el año 1657

J.P.»)